El FPS en tus partidas virtuales puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Más allá de garantizar la apariencia, el core de tu computadora tiene un papel trascendental en esta aventura tecnológica. La tarjeta gráfica, el procesador, y la memoria RAM, son piezas clave en este proceso de los videojuegos, así que cuando uno de ellos se queda corto o a disponibilidad, hace que el FPS vaya por las nubes o volando bajo.
A parte del aspecto físico y técnico, el juego como tal puede dejar tu FPS tambaleando. La resolución de la pantalla, las sombras y las texturas del videojuego pueden atrofiar tu sistema si excedes sus límites.
Variables adicionales, como la ventilación de tu PC y las aplicaciones en segundo plano, inciden de manera crucial en los FPS. Optimiza tu equipo para dar al juego el espacio vital que necesitas para ganar.
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